Un mundo de ensueño
Supongo que desde el primer día de mi vida en este mundo, he imaginado alguna otra realidad.
No es mi intención que se malentienda el enunciado, aunque quizás estoy cayendo en el terrible error de no explicarlo bien y adjudicar al lector la culpa de todo.
Lo diré con otras palabras.
No soy una persona de mente fragmentada, ni tampoco hablo con presencias que solo yo puedo ver.
No.
No es mi caso. Sin embargo, nací con la ¿facultad? ¿Impedimento? ¿Característica? Si, característica. Nací con la característica de echar a volar mi imaginación con total facilidad. Hasta los diez años me imaginaba viviendo en otro mundo (o en otros mundos), imaginaba distintas vegetaciones, animales, y habitantes mas evolucionados que los humanos. En este mismo planeta me imaginaba viviendo en África, la India o Nepal y de pasó desarrollaba algún costado altruista al agregar a mi imagen el intercambio familiar con un niño que viviera en condiciones inferiores a las mías: yo tomaba su lugar y él el mio.
No es mi intención que se malentienda el enunciado, aunque quizás estoy cayendo en el terrible error de no explicarlo bien y adjudicar al lector la culpa de todo.
Lo diré con otras palabras.
No soy una persona de mente fragmentada, ni tampoco hablo con presencias que solo yo puedo ver.
No.
No es mi caso. Sin embargo, nací con la ¿facultad? ¿Impedimento? ¿Característica? Si, característica. Nací con la característica de echar a volar mi imaginación con total facilidad. Hasta los diez años me imaginaba viviendo en otro mundo (o en otros mundos), imaginaba distintas vegetaciones, animales, y habitantes mas evolucionados que los humanos. En este mismo planeta me imaginaba viviendo en África, la India o Nepal y de pasó desarrollaba algún costado altruista al agregar a mi imagen el intercambio familiar con un niño que viviera en condiciones inferiores a las mías: yo tomaba su lugar y él el mio.
Le pedía a Dios (o a dios) que hiciera posible el intercambio, o que me mandara alguna noche a visitar otros planetas o me dejara, sin que nadie me viera (esa era mi promesa de honor con el Creador), levantar los pies del suelo y volar. Solo lo sabríamos él y yo. A cambio prometía ser buena por siempre. Era un trato justo, todavía no entiendo cómo no aceptó.
Más tarde, me di cuenta que cuando dios entró en la ecuación, nacía la esperanza de que todo fuera realidad. Ya no era pura imaginación, era deseos full color. Y de los más sofisticados.
Más tarde, me di cuenta que cuando dios entró en la ecuación, nacía la esperanza de que todo fuera realidad. Ya no era pura imaginación, era deseos full color. Y de los más sofisticados.
En la adolescencia, volqué todo ese caudal creativo en la escritura. Escribí, escribí y escribí. Cuentos, novelas, ensayos y artículos periodísticos. Fueron años dorados donde comía, respiraba y escribía. A veces dormía. Y cuando dormía todos esos sueños que albergaba de pequeña se me presentaban para que le pudiera dar un enfoque más adulto.
Niños desprovistos de los cuidados básicos. Gente sin hogar, sin trabajo, sin sueños y sin dignidad. La idea me parecía aterradora y de lo más injusta.
Claro que en ese contexto y a esa edad tuve la magnífica idea de ir por ellos y salvar el mundo del hambre y la falta de oportunidades, de la desigualdad y la injusticia. Estaba realmente entusiasmada. El plan era el siguiente: estudiaría de doctora, me mudaría a África y trabajaría con los más necesitados, les mostraría el mundo, les contaría de todas las oportunidades que tienen, los incentivaría a salvar el mundo, reuniría personas como yo y mi sueño al fin se haría realidad.
Todo marchaba sobre rieles hasta que cometí el gravísimo error de compartir mi idea maestra con familiares, amigos y profesores.
Esa fue la primera vez que escuché que la palabra utopía se repitiera tantas veces y en bocas diferentes. Todos me explicaron y me hicieron entender que todo aquello no era posible porque el mundo es un sitio injusto y que así había sido desde el principio de los tiempos. Que África se seguiría muriendo de hambre y que si yo no quería correr con la misma suerte debía apoyar mis pies sobre la tierra, dejarme de pavadas, estudiar alguna carrera y comenzar a ganar dinero.
Lo escuché tantas veces y de personas tan significativas en mi vida que terminé por creerlo.
Por supuesto que intenté hacer lo que me dijeron, me normalicé e hice mi mayor esfuerzo por adaptarme a la mayoría. Sin embargo no llegué demasiado lejos: ya mi mundo se había teñido de gris. No lograba escribir, ni soñar, ni imaginar ni hacerle propuestas a dios. Fueron años muy duros donde, encima, todo parecía salirme mal.
Niños desprovistos de los cuidados básicos. Gente sin hogar, sin trabajo, sin sueños y sin dignidad. La idea me parecía aterradora y de lo más injusta.
Claro que en ese contexto y a esa edad tuve la magnífica idea de ir por ellos y salvar el mundo del hambre y la falta de oportunidades, de la desigualdad y la injusticia. Estaba realmente entusiasmada. El plan era el siguiente: estudiaría de doctora, me mudaría a África y trabajaría con los más necesitados, les mostraría el mundo, les contaría de todas las oportunidades que tienen, los incentivaría a salvar el mundo, reuniría personas como yo y mi sueño al fin se haría realidad.
Todo marchaba sobre rieles hasta que cometí el gravísimo error de compartir mi idea maestra con familiares, amigos y profesores.
Esa fue la primera vez que escuché que la palabra utopía se repitiera tantas veces y en bocas diferentes. Todos me explicaron y me hicieron entender que todo aquello no era posible porque el mundo es un sitio injusto y que así había sido desde el principio de los tiempos. Que África se seguiría muriendo de hambre y que si yo no quería correr con la misma suerte debía apoyar mis pies sobre la tierra, dejarme de pavadas, estudiar alguna carrera y comenzar a ganar dinero.
Lo escuché tantas veces y de personas tan significativas en mi vida que terminé por creerlo.
Por supuesto que intenté hacer lo que me dijeron, me normalicé e hice mi mayor esfuerzo por adaptarme a la mayoría. Sin embargo no llegué demasiado lejos: ya mi mundo se había teñido de gris. No lograba escribir, ni soñar, ni imaginar ni hacerle propuestas a dios. Fueron años muy duros donde, encima, todo parecía salirme mal.
Una tarde cualquiera muchos, pero muchos años después tomé un diccionario y busqué:
Utopía: dícese de un proyecto o empresa prácticamente imposible de realizar.
Fantástico. Ese "practicamente" de momento serviria. La alegría aterrizó nuevamente en mi vida. Y desde ese instante supe que desde mi pequeño lugar quería contribuir a que este mundo sea un sitio mejor.
Mi sueño de salvar a África ha mutado con el paso del tiempo. Hoy solo sé que el mundo, este mundo, es el mundo de todos.
Y si te detuvieras unos momentos a reflexionar sobre eso habría muchas concepciones que se desmoronarían al instante.
Este mundo es el mundo de todos. Es el mundo de tu jefe y del niño de África. Ambos son dueños de esta tierra por partes iguales, ambos nacieron con el derecho inalienable de vivir aquí.
Ante esto, no puedo evitar preguntarme: ¿Por qué tu jefe se comporta como si tuviera más derecho que otros? ¿Y porque el niño de África se comporta como si todo esto tuviera un dueño?
Utopía: dícese de un proyecto o empresa prácticamente imposible de realizar.
Fantástico. Ese "practicamente" de momento serviria. La alegría aterrizó nuevamente en mi vida. Y desde ese instante supe que desde mi pequeño lugar quería contribuir a que este mundo sea un sitio mejor.
Mi sueño de salvar a África ha mutado con el paso del tiempo. Hoy solo sé que el mundo, este mundo, es el mundo de todos.
Y si te detuvieras unos momentos a reflexionar sobre eso habría muchas concepciones que se desmoronarían al instante.
Este mundo es el mundo de todos. Es el mundo de tu jefe y del niño de África. Ambos son dueños de esta tierra por partes iguales, ambos nacieron con el derecho inalienable de vivir aquí.
Ante esto, no puedo evitar preguntarme: ¿Por qué tu jefe se comporta como si tuviera más derecho que otros? ¿Y porque el niño de África se comporta como si todo esto tuviera un dueño?
¿Por qué?
De ambos lados de la calle sucede lo mismo.
Ahí están trazadas las bases de la desigualdad
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